17.8.12

Sasha

Si mi vida fuera alguna vez juzgada, si mi alma fuera valuada contra una sola acción, que sea por un gatito blanco y negro que maullaba casi con vergüenza en un rincón de la Merced, pulgoso, enfermo y más pequeño que una baraja, y que doce años después se durmió para siempre en el calor de mis piernas, en su casa, con las caricias de una mano que cumplía la promesa de no dejarlo solo nunca, nunca.